quiero cavar yo misma una fosa profunda,
donde a gusto pueda meter mis viejos huesos
durmiendo en el olvido como escualo en la onda.
Odio los testamentos y odio las sepulturas,
antes que suplicar una lágrima al mundo
viviendo, yo prefiero invitar a los cuervos
a sangrar los salientes de mi inmunda carcasa.
¡Vermes! Negros amigos sin orejas ni ojos,
ved que llega a vosotros una muerta alegre y y libre;
¡Libertinos filósofos, hijos de lo podrido,
a través de mi ruina id pues sin que os remuerda,
y decid si aún hay alguna tortura para este
viejo cuerpo sin alma y entre los muertos muerto!.
Charles Baudelaire, Las Flores del Mal
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