jueves, 18 de agosto de 2011
Don't call my name
En la habitación redonda, donde la lámpara de araña se balanceaba peligrosamente suspendida a varios metros sobre mi frágil cabeza, me dirigí al espejo que adornaba tan exquisita estancia. Saqué del bolsillo de mis vaqueros el recorte que había encontrado, aclaré mi voz y con un leve suspiro susurré: "Beetlejuice, Beetlejuice, Beetlejuice", exáctamente tres veces tal como indicaban las instrucciones. Cerré mis ojos por el miedo y esperé a que algo sucediese.
Después de unos segundos, los abrí fragilmente, y parpadeé con entusiasmo, esperando ver algo pero sin embargo nada ocurría allí, Beetlejuice no se presentó al pronunciar su nombre tres veces con su sarcástica sonrisa y su traje de rayas, no. no lo hizo.
De nuevo, intenté una vez más, "quizás no lo he pronunciado lo suficientemente fuerte como para que me oyese" me dije a mi misma y acto seguido, levanté mi voz para pronunciar alto y claro su nombre por tres veces. Y cuando concluí nada parecía haberse inmutado. Quizás estaba loca, quizás.
Decepcionada abandoné la instancia, cerré la puerta tras de mí y me apresuré a bajar las numerosas escaleras.
Quería huir, escapar de todo y de todos, pero no existía un lugar en este mundo donde pudiera estar en paz conmigo misma, por ello la idea del suicidio se hundía poco a poco en mi cabeza, desgarrándome el alma.
Pero al rato lo recordé: los que se suicidan acaban trabajando de funcionarios en la otra vida.
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