Cuando el cielo plomizo como una losa pesa
sobre el alma gimiente presa de un largo hastío,
y que abrazando el círculo de todo el horizonte
vierte un día más negro y triste que la noche;
cuando en húmeda celda la tierra se convierte,
donde, como un murciélago, la Esperanza revuela,
golpeando los muros con sus alas medrosas,
y dando en los podridos techos con su cabeza;
cuando la lluvia extiende sus inmensos regueros
imitando las rejas de una vasta prisión,
y de infames arañas un pueblo mudo tiende
sus telas en lo más profundo del cerebro,
las campanas con furia súbitamente saltan
y lanzan hacia el cielo un aullido horroroso,
igual que los espíritus que sin patria y errantes
se ponen a gemir obstinados y largos.
Y pasan coches fúnebres, sin tambores ni música,
por mi alma lentamente, la Esperanza, vencida
llora, y la Angustia atroz y despótica planta
su negro pabellón en mi cráneo abatido.
sobre el alma gimiente presa de un largo hastío,
y que abrazando el círculo de todo el horizonte
vierte un día más negro y triste que la noche;
cuando en húmeda celda la tierra se convierte,
donde, como un murciélago, la Esperanza revuela,
golpeando los muros con sus alas medrosas,
y dando en los podridos techos con su cabeza;
cuando la lluvia extiende sus inmensos regueros
imitando las rejas de una vasta prisión,
y de infames arañas un pueblo mudo tiende
sus telas en lo más profundo del cerebro,
las campanas con furia súbitamente saltan
y lanzan hacia el cielo un aullido horroroso,
igual que los espíritus que sin patria y errantes
se ponen a gemir obstinados y largos.
Y pasan coches fúnebres, sin tambores ni música,
por mi alma lentamente, la Esperanza, vencida
llora, y la Angustia atroz y despótica planta
su negro pabellón en mi cráneo abatido.
Charles Baudelaire
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